Sin embargo, ahora que finalmente mi hermano vive en un centro de salud mental y ella es feliz y vive tranquila con su nueva pareja, yo sigo sin percibir ningún tipo de amor o aprecio por parte de mi madre.
Actualmente me encuentro pasando un duelo, el duelo de saber que la relación con mi madre no es buena para mí, que me hace daño. Estoy en proceso de aceptar que nunca tendré ese amor incondicional que he esperado siempre de mi madre, pero también estoy en proceso de aprender más. Quiero aprender más sobre mí y sobre mi madre para entender mejor esta situación. Quiero encontrar el origen del problema para arrancarlo de raiz y estar en paz conmigo misma y mis circunstancias.
Mis problemas de autoestima, codependencia, inseguridad, etc., los he arrastrado toda la vida. A todas mis carencias emocionales les he ido poniendo capas y capas de títulos académicos, trabajo desenfrenado, múltiples tareas diarias, además de muchos kilómetros de distancia de mi ciudad natal. Sin embargo, ninguna de esas estrategias me ha servido. Dentro de mí había un vacío que no se llenaba por mucho que luchara contra él.
Algo que ha jugado un papel importante en mi vida es mi interés por la psicología y el crecimiento personal. Hace unos 15 años que me inicié en el mundo del autoconocimiento y gestión emocional. Durante este tiempo, he aprendido mucho y quiero compartir todo lo que he aprendido y mi experiencia personal con todos aquellos que quieran leer mis palabras.
Tanto los hombres como las mujeres sufren de vacío emocional. Actuamente, la depresión y la ansiedad son pandemias que afectan a millones de personas en el mundo. La razón de estos problemas emocionales son muchas y muy diversas, pero una de las principales causas es la cultura estricta en la que crecemos. Todos crecemos rodeados de expectativas, deberes, creencias y estereotipos relacionados con nuestro sexo, religión, estatus social, entre otros. Toda esa carga cultural pasa de padres a hijos y crea heridas generacionales.
Sanar estas heridas generacionales es imperativo. Al sanar tu pasado, sanas tu presente.
Todos, desde pequeños, aprendemos a fluir por la vida lo mejor que sabemos y podemos. A lo largo de la vida, adquirimos conocimiento y experiencias que posteriormente nos ayudan a lo largo de la vida. Estos conocimientos y experiencias te enseñan a vivir en el mundo. Sin embargo, a lo largo de la vida también adquirimos conocimientos y experiencias que nos limitan, que no nos dejan ser la mejor versión de nosotros mismos. Todos, en mayor o menor medida, llevamos una mochila emocional a la espalda que no nos deja ser la mejor versión de nosotros mismos. Ideas limitantes sobre nosotros mismos y sobre la vida que hemos aprendido de nuestros padres. Sin embargo, como he dicho anteriormente y repitiendo las palabras de Louise Hay "Todos somos víctimas de víctimas". Tus padres te han enseñado en función de sus propias heridas generacionales. Ellos no tienen la culpa. No se trata de buscar culpables. Se trata de que ahora tú, como adulto, poco a poco vacíes esa mochila que no te permite avanzar por la vida cómodamente y que te impide ser la mejor versión de ti mismo.
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